domingo, 27 de mayo de 2007

La búsqueda: el melodrama inédito de Zhang Yimou


Después de Muerte de un presidente necesitaba algo más tranquilo para la tarde del domingo y mira por donde que tenía a mano lo último de Zhang Yimou editado en España, La búsqueda (Qian li zou dan qi, 2005), que viene por cierto dentro de un pack espectacular en forma y contenido (ver). La búsqueda es una de estas pelis que no se estrenan en España quizá porque buena parte del público menos enterado (esos pseudo-frikis del cine nipón) cree que Yimou es algo así como un director de artes marciales, una especie de coreógrafo de la lucha que hace películas muy vistosas y entretenidas, y entonces los distribuidores reculan buscando títulos que tendrían más salidas comerciales. Estos individuos falsamente interesados en el cine y la cultura oriental son los mismos que abrazan cualquier película de Takashi Miike sin prestar atención a Nobuhiro Suwa o Naomi Kawase, perdiéndose en los éxitos de taquilla sin observar las singularidades de una cinematografía en la que cabe la estética del videojuego tanto como el drama intimista o la épica histórica.

La búsqueda la hizo Yimou entre La maldición de la flor dorada (Ma cheng jin dai huang jin jia, 2006) y La casa de las dagas voladoras (Shi mian mai fu, 2004), o sea, entre dos producciones elefantiásticas que, por cierto, encontraron un hueco más o menos grande entre nuestras pantallas (es decir, Madrid, Barcelona, Valencia y poco más). La búsqueda ni siquiera se estrena a pesar de ser una película de las de llorar a moco tendido, con una historia muy fácil de seguir, familiar, cercana a los postulados estéticos y narrativos de El camino a casa (Wo de fu qin mu qin, 1999) y Ni uno menos (Yi ge dou bu neng shao, 1999).

El protagonista es un padre que intenta recuperar el hilo de la relación con su hijo haciendo un sacrificio individual que termina en una expiación no del todo feliz pero sí liberadora. Cuando se entera de que su hijo está enfermo de cáncer decide hacer algo bueno por él (aunque sea lo último que haga) y viaja a un pueblo de China buscando a un cantante de ópera al que su hijo había prometido filmar. Cuando parecía que Yimou se iba a Japón y yo ya estaba acojonado en mi sofá ante una perspectiva que él había repetido una y otra vez que no tendría lugar a lo largo de su carrera cinematográfica como es el hecho de filmar en el extranjero… se vuelve a la China rural para contar una aventura melodramática (yo diría épica) y ya me tranquiliza.

La película juega mucho con la comedia en tanto el prota japonés no sabe nada de chino y su traductor chapurrea horriblemente el japonés, por lo que siempre recurren a la guía turística (a la que desvelan continuamente) para que les saque de apuros. Yimou pinta una sociedad rural encantadora (quizá demasiado) y no quiere plantear en ningún momento los problemas que pueden salir del entorno para mediatizar las acciones del personaje. Al igual que en Semilla de crisantemo (Ju Dou, 1990) o La linterna roja (Da hong deng long gao gao gua, 1991) el destino de los protagonistas no lo decide nadie salvo ellos mismos, aunque aquí hace presencia una enfermedad terminal que actúa en realidad como catalizador de los sentimientos del padre hacia su hijo moribundo.

Hay una escena preciosa en la que el señor Takahata y Yang Yang (el hijo del cantante de ópera) se pierden entre unas escarpadas montañas para terminar encontrando un afecto mutuo. Los paisajes, filmados con la habitual destreza pictórica de Yimou, son más que postales. Da la impresión de que la tierra que pisan tiene parte de culpa en las sensaciones que ambos experimentan, algo que el cineasta explotó en grado máximo en Hero (Ying xiong, 2002) y La casa de las dagas voladoras. No nos cansamos de contemplar lo que parece un inmenso parque natural y la verdad es que Yimou tampoco tiene prisa por finalizar la escena.

Como decía al principio la peli no os dejará fríos, así que si queréis pasar un rato agradable yo os la recomiendo, aunque no os hagáis ilusiones: la cosa tampoco está para tirar cohetes.

M. M.

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