domingo, 20 de mayo de 2007

Rois et reine, de Arnaud Desplechin

Desabróchense el corsé. Apaguen los prejuicios por un tiempo. Desentiéndanse, si es posible, de juzgar severamente algunos actos que pueden merecerlo. Tras las dos horas y media enciendan su moral, pero sólo tras “atisbar la auténtica emoción” (ver). Antes de eso, sus sentidos ya deberían estar noqueados, impactados, enfangados de emociones. Quizá entonces el Moon River instrumental que cierra la película les parezca, como a un servidor, una intensa rampa hacia el éxtasis de la contemplación.

Porque eso es Rois et reine (2004, Arnaud Desplechin), un arco iris que representa los infinitos colores de la vida. Y lo hace desde un guión extremo, manejado de principio a fin por las palabras de sus personajes y desde un montaje sincopado que convierte cada corte en una porción de recuerdo íntimo.

“La tierra se formó para que los océanos pudiesen recorrerla; el transporte para poder atravesar la tierra; el amor, para que la memoria lo moldee”. Es el final de la historia, cuando Nora Cotterelle (Emmanuelle Devos) pone todas las cartas sobre la mesa de una audiencia embriagada. “Sin remordimientos”, dice, tras reconocer haber matado a dos de los cuatro hombres que ha amado en su vida. Pero a esas alturas un velo ha cubierto su memoria, arrasada por el fuego y la consciencia de una certeza máxima: la vida sigue, al menos para ella. Ya no habrá más pesadillas con Pierre (el recuerdo de su presencia, sobre un fondo negro, la atormenta desde su llegada al hospital) ni tampoco aflicción por los pensamientos de su padre (otra porción de memoria que Nora contempla desde las sombras, con un fondo gris y un tono lúgubre bordeando lo terrorífico), no desde el momento en que ha decidido quemar las pruebas y continuar con su existencia (egoísta, ignorante, lo que queramos, pero no para ella, que ya ha olvidado, ha adaptado sus recuerdos a la nueva situación).

Como película-alfombra en la que todo vale (desde el hip-hop hasta el clásico de los clásicos pasando por referencias al pop francés; desde el campo/contracampo hasta la radicalidad de la nouvelle vague; desde la herida más punzante hasta la comedia más desenfadada) Rois et reine (cine-invisible en España, por supuesto) tiene sus referentes en Philippe Garrel, Maurice Pialat, Jean Eustache, John Cassavetes, según nos dice Hilario J. Rodríguez en Dirigido por… nº 367 (p. 26). Imagínense. Pues súmenle a esto una pizca de frescura postmoderna y algo de esa desnudez que parecen tener todos los franceses que hacen películas y podrán hacerse una vaga idea del potencial expresivo de un film que apuesta por la heterodoxia para contar una historia que tiene muy claro el poder de los seres humanos para transmutar los propios recuerdos a lo largo del tiempo y el poder del cine para representarlos.

M. M.

2 comentarios:

Daniel Quinn dijo...

Vaya vaya, parece que tú también estuviste en el espectáculo que dio el señor Trueba en la presentación de Cahiers, jeje.

Ah, y muchas gracias por el enlace. Ya sabes lo que pienso de la peli, estamos totalmente de acuerdo.

Nos vemos por el Doré! Un saludo!

Richie dijo...

Iré a verla esta noche, espero no haber leido el desenlace en tu entrada antes de verla, saludos!